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Concurso Leer a Martí. Memorias Edición 2016. Rosas blancas

17/3/2021
Por: Jessica Álvarez Bellas, Biblioteca Nacional José Martí

Lecturas como estas nos hacen felices, créanme, por eso comparto con ustedes este relato de una joven de 16 años de las Tunas que se encontraba estudiando en el IPUCE “Luis Urquiza Jorge”, fue ganadora del Concurso Leer a Martí en el año 2016.

“Cultivando rosas blancas”

Por Legna María Caballero Pérez

Cuando nací, jamás pensé que mi destino fuera más allá de embellecer mi jardín o escuchar las vanidades de tantas flores idénticas a mí.

Una mañana el sol inundaba mis pétalos con sus rayos. En un banco se sentaron dos muchachos parecidos a tantos que se sientan allí.  Estaban tan cerca que pude escuchar su conversación. Hablaban de un hombre que amaba a su patria, tanto que murió por ella.

Me preguntaba qué era patria. ¿Mi jardín era mi patria?¿Aquel pedazo de tierra donde conocí la vida, donde sufrí madrugadas de desvelo, enamorada del rocío, desde donde suplico cada día que no me arranquen, es mi patria?

Decían que ese hombre pronunció discursos elocuentes y que escribió magistrales ensayos. La muchacha dijo que el hombre era amante de la belleza; de esas personas, imagino yo, que cuando le miras a los ojos quieres que te lleve en su bolsillo y ahí vas, orgullosa, siendo la flor elegida para luego morir cerca de su corazón. El chico le recitó a ella un poema mal aprendido de memoria, escrito por aquel hombre. Tropezaba el muchacho a cada sílaba, mas aquellos versos guardaban la música del viento que me arrulla en las noches, la intensidad de las tormentas contra las que no valen mis débiles espinas, toda la fragancia de mi “patria” y la belleza del mundo, aunque mi mundo sea solo este jardín. Escuché que ese hombre escribía  y al hacerlo de su pluma nacía la luz del sol que me calienta cada mañana; que escribió para los niños; que en sus cuentos la inteligencia vence a la fuerza bruta y el amor va más allá de la piel. Habló de héroes que, como él, murieron por la patria.

Para una flor como yo la muerte es inevitable. Un día alguna tormenta, un niño travieso o el simple descuido de un zapato, pueden acabar con mi efímera existencia. ¡Pero estoy decidida! Si he de morir, anhelaría que fuera por eso que ellos llaman “patria”, que en sus labios suena glorioso y sublime o quizás que alguien me utilizara para expresar su amor.

Pero ¿qué hace este chico? Viene directo a mi “patria” ¡No destruirás mi tierra, niño malvado, menos ahora que descubro que la tengo! ¡Oh no, se dirige hacia mí! Me están arrancando con sus suaves manos, incluso ignora las agresiones de mis espinas. ¿Hacia dónde me llevas? Me está colocando en algo que ellas llaman busto y escuché que es de… ¡No puede ser! Mi corazón de flor reboza de alegría, aun cuando mi marchitez se acerca.

Miro con amor al hombre y veo cómo del lado izquierdo de su pecho nace una luz como la del lucero más brillante de la noche estrellada y mis ojos de flor enamorada ven como José Martí alcanza la estrella que le prometió a su madre nacer.

Sé que mi muerte se avecina; pero no me duele porque muero junto al que ha cultivado en los corazones y seguirá cultivando, rosas blancas como yo.