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Concurso Leer a Martí. Memorias Edición 2016. Escribiendo

15/3/2021
Por: Jessica Álvarez Bellas, Biblioteca Nacional José Martí

Ingenio y buen gusto en este texto que escribió una joven de la provincia de Santiago de Cuba, específicamente de Segundo Frente, con 16 años y cursando estudios de preuniversitario en 10 grado, fue ganadora en el año 2016.

¡No recuerdo esos nombres!

Por Liesther Muchulí Borruel

Llevo horas sentada en mi escritorio intentando encontrar un pretexto para hablar de él. Las personas pasan junto a mí, pero no reparan en mi existencia. Mis audaces ojos buscan la respuesta a los que con asombro observaban. Quizás esa, que detenida en medio de la calle veía a unos guardias armados con fusiles corriendo hacia una pobre vivienda, no era yo. Quizás no vi al joven que era sacado a punta de escopeta de la fétida casa. Quizás tenga razón, pero era inevitable sentir lo que sentía.

Dejé atrás mi escritorio y casi invisible pasé entre la enmudecida multitud, parpadeé y desperté en un juzgado. Vi a ese muchacho delgado de cabello negro y ojos interrogativos. Lo acusaban de traición ¿Traición? Me pregunté. Consideran traición una carta a un excompañero ¿Traición? Esa palabra revoloteó en mi mente y me llevó despacio a la oscura celda donde se suponía pasaría este chico sus años de su vida.

Parecía el rollo de una película. Vi como caía el fino cabello negro preso de las tijeras, como miraba la fea ropa que iba a tener que vestir y como sus ojos me enseñaban la añoranza hacia su hogar. Día tras día veía venir a esa debilucha figura con los billetes en los pies y el pesar en su corazón. Noche tras noche contemplé lo que él contemplaba.

Las lágrimas brotaron de mis ojos al ver aquel rostro macilento venir por el pasillo con los huesudos pies envueltos en cal y la cabeza cubierta de sucios cabellos blancos, sonreía pese a su tormento: 10 años le esperaba. Para él, el resto de su vida. Cada día presencié el sufrimiento de ese anciano de 76 años, cada día sollocé mientras que el chico permanecía soberbio a espera de una señal de soledad para llorar a gusto. Vi inconscientemente como aquel viejo disimulo sus pesares y como cada tarea lo acercaba más a la muerte.

Aún recuerdo la cara de desconcierto de aquel niño que con mucho miedo miraba a su alrededor. Doce años y ya tenía su destino escrito en sangrientas líneas. Sufrí cuando apaleaban a ese niño, contemplé sus ropas rasgadas, sus manos cayadas, su tobillo sin piel. Cada hoja era una derrota para él.

- ¡Pobre! – pensé

Tuve que ver a tantas personas sufrir, a tantos niños llorar y extrañar su hogar. Sentí todo lo que aquel delgado joven, cansado, acusado de traición, sintió.

De momento mis ojos despertaron, reí amargamente y me di cuenta de lo que había pasado. Aun el libro estaba sobre mi escritorio con la página número 5 marcada. Aún estaba mojado de mis lágrimas. Suspiré y contemplé con anhelo al atardecer, me pregunté si en esos 6 años el joven había visto tal magistral pintura. Comprendía que algo me había cambiado, que ya no sería la misma jamás. 

Justo ahora recordé esos nombres, nombres que el viento me sopló en mis oídos:

Martí, Don Nicolás, Lino, Martí ¡Martí!!!