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Foto de Concurso Leer a Martí 2000. Gran profundidad en este texto.

Concurso Leer a Martí 2000. Gran profundidad en este texto.

29/9/2020
Por: Jessica Álvarez Bellas, Biblioteca Nacional José Martí

Hoy le presentamos esta hermosa obra escrita por una adolescente de 8vo grado, tenía 13 años y fue ganadora del Concurso Leer a Martí en el año 2000 y pertenece al municipio especial Isla de la Juventud. 

Dolor infinito

Dailis Terra García

´´12 años, 12 años, zumbada constantemente en mis oídos, y su madre y mi madre, y su debilidad y mi impotencia se amontonaban en mi pecho y rugían, y andaban desbordados por mi cabeza, y ahogaban mi corazón´´ .

                                         JOSÉ MARTÍ

Hoy no es un día como otros, porque me he despertado con mucha tristeza. ¡Y no es para menos!, he soñado con un cautiverio, que ni el mismísimo Dante podría pintar, algo más allá de los humanos, donde por sólo sentirse buen patriota tendría el dolor infinito de haber estado en un lugar sin yerba, dignidad, corazón ni moral y sus jardines serían cadáveres, sus ríos rojos, los hombres eran apenas atendidos como personas que merecían vivir, y las marcas físicas siempre quedarían siempre en sus cuerpos secos cubiertos de polvo donde como nunca se deseó que se apagase el sol. En la entrada un cartel sin colores con sólo 2 palabras: Integridad Nacional y un guardián que dice ser diputado, con un vacío profundo en su corazón; él no conoce ni reconoce al dios del bien, que no sería más que el amor al hombre con sus sentimientos.

¡Y cuánto dolor y más dolor! Al ver morir a un anciano de 76 años, quien tenía derecho a la eternidad

´´Odiar y vengarse cabe en un mercenario azotador de presidio; (…) pero no cabe en el alma joven de un presidiario cubano, más alto cuando se eleva sobre sus grillos, más erguido cuando se sostiene sobre la pureza de su conciencia y la rectitud indomable de sus principios (…) ´´

Casi me despierto cuando la intranquilidad aumentaba en mi sueño negro, blanco y rojo. Comienzo a verme en un lugar acompañada de otros seres, 3 de mi edad y 2 más adultos: Lino Figueredo, 12 años; Ramón Rodríguez Álvarez, 14 años; y el negrito Tomás, 11 años; Daily Terra García, 13 años. Con nosotros también: Delgado, 20 años, y una estrella más luminosa que el sol: José Martí, 17 años, que en sus 5 puntas irradiaba amor rebeldía, cubanía, antirracismo, unidad.

Nuestros cuerpos estaban cubiertos por rudas y devastadoras cadenas, y la inteligencia de todos se secaba como anones expuestos al sol. 191 días que parecían el infinito para nosotros.

Sin embargo, pronto se despejaría de nuestras vistas el oscuro manto del silencio y la muerte; fuertes vientos de amistad hicieron un cambio en mi pesadilla y un amigo de buenos sentimientos nos revivió, al acogernos a Martí y a mí como 2 de sus hijos en una bella finca en la Isla de Pinos, al construir en nuestras vidas una estación de reposo y preparación para el largo camino que nos aguarda.

¡Cuánta belleza natural y cuánta ternura para inspirar a Martí a pensar cómo escribir lo nunca olvidado! Al menos así me pareció en la finca de José María Sarda, al ver sus ojos enfermos aun, pero con el brillo de sus recuerdos, donde a veces brotaban lágrimas, pero no por su dolor sino por el dolor ajeno y no poderlo remediar al ver como morían las personas.

¡Cuán difícil dejar de recordar lo vivido en el presidio! ¿Podrá olvidarlo algún día?

La luz del día me despierta y me encuentro en ´´El Abra´´, acompañada de Martí.

¿Será un sueño realmente?

´´Cuando salí de aquel cementerio de sombras vivas, Lino estaba allí aún. Cuando me enviaron a estas tierras, Lino estaba allí aún. Después la losa del inmenso cadáver se ha cerrado para mí. Pero Lino vive en mi recuerdo, y me estrecha la mano, y me abraza cariñosamente, y vuela a mi alrededor, y su imagen no se aparta un instante de mi memoria.

Se marchó un día en el coche mirando atrás lo que jamás podría olvidar y en España escribe un poema llamado: ´´ ¡Madre Mía´´, el 30 de diciembre de 1871! Me parece que él escribió esto pensando en la estancia que tuvo en ´´El Abra´´ y en aquella familia que lo acogió con amor, en Trinidad, esposa de José María Sarda, que lo quiso como un hijo. Así dice el poema:

(…) Ya vienen a través de mi ventana

Vislumbres de la luz de la mañana.

No trinan como allá los pajarillos,

Ni aroman como allá las frescas flores,

Ni escucho aquel cantar de los sencillos

Cubanos y felices labradores.

Ni hay aquel cielo azul que me enamora,

Ni verdor en los árboles, ni brisa,

Ni nada del edén que mi alma llora

Y que quiero arrancar de tu sonrisa (…) 


La imagen de su madre unida a la belleza de su patria, tal vez esa b belleza era la que se llevó en sus ojos del último lugar del campo cubano donde vivió su dolorosa niñez y adolescencia.

Ahora sueño y fantasía, realidad y recuerdo, se mezclan en mi mente. ¿Estuve con él en el presidio? ¿El dolor que me aplasta por aquellos seres humanos es sólo mío o es un reflejo del suyo? ¡Quién puede decírmelo! Y así estoy, ensimismada en mis pensamientos, a la entrada de la casa donde quedé con mi familia, cuando él se marchó. Desde entonces creo estar aquí y me parece que, un día, voy verlo de nuevo andar por estas losas… o tal vez la vida me conduzca a su reencuentro.

´´ (…) cuando otros lloran sangre, ¿qué derecho tengo yo para llorar lágrimas? ´´