Noticias

Buscar noticia

Mes
Año
Término de búsqueda

Foto de Correo desde la Isla de la Dignidad.Homenaje del Archivo Crónicas a las heroicas y míticas acciones del 26 de julio de 1953

Correo desde la Isla de la Dignidad.Homenaje del Archivo Crónicas a las heroicas y míticas acciones del 26 de julio de 1953

21/7/2020
Por: Armando Hart Dávalos, Biblioteca Nacional José Martí


Les comparto mi Homenaje a Fidel ―nuestro invicto Comandante en Jefe― y a todos los héroes y mártires de la patria en la lucha por nuestra liberación a lo largo de la historia cubana; con la serie de estos textos conmovedores, nacidos del profundo amor por la patria y Fidel, en el que Armando vivió toda la vida. Encontrarán aquí, las razones de su fidelismo, las que, tras su partida, me permitieron afirmar que, desde que conoció a Fidel vivió para que Fidel viviera. 

GRACIAS

Mis más cercanos recuerdos de los moncadistas y la amnistía 

 Por Armando Hart Dávalos

PARTE I

Antes del 10 de marzo de 1952, Fidel era ya una figura ampliamente conocida por los sectores juveniles y estudiantiles, por las luchas políticas dentro de la Universidad y el Partido Ortodoxo. Después del golpe de Estado se fue convirtiendo en uno de los más destacados dirigentes revolucionarios de la juventud cubana.

La primera ocasión en que su personalidad me impactó fue en fecha posterior al 10 de marzo y anterior al Moncada, durante un encuentro en el local del Partido Ortodoxo, situado en Prado 109, cuando un grupo de jóvenes sosteníamos una encendida polémica acerca del tipo de jefe que asumiría la dirección de la Revolución. De allí salí junto a él, recorrimos varias calles y con su brazo sobre mi hombro me estuvo insistiendo en el tema. Me sorprendí cuando se interesó en el hecho de que yo visitaba las oficinas de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), con un grupo de compañeros, para aprender el manejo de las armas. Después del asalto al Moncada, al conocer que el responsable estudiantil del adiestramiento de jóvenes que tenía esa institución, Pedro Miret, era uno de los participantes en aquel hecho heroico, me percaté de que Fidel conocía a través de él, a los que íbamos a las oficinas de la organización estudiantil con intenciones insurreccionales.

El 26 de julio de1953, domingo de la Santa Ana, el país se estremeció con los sucesos del Moncada —la segunda fortaleza militar del país— aquel histórico día, nos enteramos de la noticia en horas de la mañana. Mi hermano Enrique y yo empezamos a indagar por todas las vías posibles acerca de lo ocurrido. Las versiones iniciales hablaban del alzamiento de una parte del Ejército contra Batista, pero ya a las dos o las tres de la tarde, un dirigente de la Juventud Ortodoxa nos llamó para informarnos que Fidel era el jefe del Asalto.

Por la noche, la prensa daba los datos e informaciones oficiales del acontecimiento. En días sucesivos, se recibirían nuevos informes de la hazaña. Aquellas acciones tenían el propósito de tomar sorpresivamente los cuarteles de Santiago de Cuba y Bayamo, además de la Audiencia Provincial y el Hospital Civil Saturnino Lora, para luego convocar a la huelga general en todo el país. El último discurso de Eduardo Chibás, líder ortodoxo, debía ser retransmitido al pueblo de Cuba.

Si fracasaba la acción, el plan contemplaba la posibilidad de continuar la lucha en las montañas. Fidel, ante el revés que tuvo lugar, puso en práctica esa alternativa. Pero para el 1.º de agosto, sólo quedaban junto a él dos compañeros más y en la mañana de ese mismo día, cuando aún se encontraban dormidos, fueron sorprendidos y arrestados por una patrulla militar al mando del teniente Sarría. Este último con una dignidad excepcional en aquel Ejército, lo condujo al Vivac para presentarlo ante los tribunales y no lo entregó al asesino de los moncadistas, coronel Alberto del Río Chaviano, alias El Chacal, quien era el comandante del Primer Regimiento en Santiago de Cuba, con sede en el Cuartel Moncada. Este criminal bajo órdenes de Batista, dirigió personalmente las cruentas torturas y la violenta masacre del noventa y cinco por ciento de los jóvenes que participaron en las épicas acciones y fueron capturados. 

Hay que pensar en el alcance que tuvo para los soldados del régimen tiránico, la orden dada por el propio Batista y que trajo consigo desde La Habana el general Martín Díaz Tamayo, de que por cada soldado fallecido se tenía que ejecutar a diez prisioneros. Al respecto, escribió Fidel en La historia me absolverá: Las manos criminales que rigen los destinos de Cuba habían escrito para los prisioneros a la entrada de aquel antro de muerte, la inscripción del infierno: Dejad toda esperanza. Vale la pena subrayar que, en el momento de la detención de Fidel, la sanguinaria carnicería desatada por los guardias de la dictadura, había tenido que ser paralizada por el enorme rechazo que esta matanza había suscitado en la población.

Los crímenes fueron denunciados por Fidel, durante el proceso del juicio oral de la Causa 37 de 1953, quien explicó los trabajos organizativos, el programa y la plataforma política de aquel empeño, en su histórica defensa conocida como La historia me absolverá.

Los valientes jóvenes que lograron salvar la vida tras los acontecimientos descritos, guardaron prisión durante 22 meses de injusto encierro en el tristemente célebre Presidio Modelo  de Isla de Pinos, tras haber sido condenados en octubre de 1953, por su participación en estos hechos. La cárcel fue muy dura para los moncadistas, en aquel siniestro lugar las condiciones de vida para los reclusos comunes eran infernales. Por lo que para los revolucionarios la situación fue peor. 

En vísperas del proceso eleccionario de 1954, que debía efectuarse el 1ro de noviembre de ese año y ante la necesidad de mejorar su imagen de cara al fraudulento sufragio, la dictadura se vio forzada a declarar en sus mítines preelectorales que si ganaba las elecciones dictaría de inmediato un indulto general para sus contendientes. 

Pero cuando Batista hace su primera declaración pública como mandatario electo, explicó que la amnistía decretada excluía a los moncadistas. Para Batista estaba claro que las sanciones de estos prisioneros, solo serían conmutadas si aceptaban sus imposiciones de renuncia y claudicación a sus ideales de lucha. Es decir, debían comprometerse a guardar silencio y a permanecer inactivos tras la excarcelación. 

Con este ofrecimiento la tiranía pretendió doblegarlos, brindándole un indulto condicionado. Pero, como bien conocemos, la respuesta fue el total repudio y rechazo al indulto. Fidel respondió públicamente a esta manipulación en la “Carta sobre la amnistía”, de marzo de 1955, que fue publicada en la revista Bohemia, el 27 de ese mismo mes: 

“Si nosotros considerásemos que un cambio de circunstancias y un clima de positivas garantías constitucionales exigiesen un cambio de táctica en la lucha, lo haríamos solo como acatamiento a los intereses y anhelos de la nación, pero jamás en virtud de un compromiso, que sería cobarde y vergonzoso, con el gobierno. Y si ese compromiso se nos exige para concedernos la libertad decimos rotundamente que no.

No, no estamos cansados. Después de veinte meses nos sentimos firmes y enteros como el primer día. No queremos amnistía al precio de la deshonra. No pasaremos bajo las horcas caudinas de opresores innobles. ¡Mil años de cárcel antes que la humillación! ¡Mil años de cárcel antes que el sacrilegio del decoro! Lo proclamamos serenamente, sin temor ni odio.

Si lo que hace falta en esta hora son cubanos que se sacrifiquen para salvar el pudor cívico de nuestro pueblo, nosotros nos ofrecemos gustosos. Somos jóvenes y no albergamos ambiciones bastardas. Nada teman, pues, de nosotros los politiqueros, que ya por distintas vías, más o menos disimuladas, se encaminan al carnaval de las aspiraciones personales, olvidados de las grandes injusticias que lastiman a la Patria.

Y no ya la amnistía, ni siquiera pediremos que nos mejoren el sistema de prisión por donde el régimen ha demostrado todo su odio y su saña hacia nosotros […]

Frente a la transigencia bochornosa de hoy, a los setenta y siete años de la protesta heroica, el Titán de Bronce tendrá en nosotros sus hijos espirituales.”


Mientras, en el país se produjo una amplia movilización de todas las organizaciones políticas y sociales de la oposición, en favor de que se decretara la amnistía para Fidel y los moncadistas. En ese sentido, se deberá reconocer el decisivo papel jugado por las madres, demás familiares, compañeros y amigos de los presos políticos en el combate por la admisión de la amnistía, al punto que lograron que esta lucha se convirtiera en una demanda nacional. Finalmente, como resultado de la gran presión e intensa movilización del pueblo cubano y con la valiente gestión que llevó a cabo el Comité Pro Amnistía para los Presos Políticos, el tirano se vio obligado a decretar la Ley de Amnistía, por la que fueron liberados el 15 de mayo de 1955.

El pueblo estuvo esperando que abandonaran las cárceles los bravos luchadores por la libertad. El país entero hacía un alto en su tristeza para recibir alborozado a los hijos que tan gallardamente habían cumplido con su deber; en este momento de euforia, se tenía un recuerdo agradecido para los que no pudieron regresar.

Los combatientes zarparon en el vapor «Pinero» y arribaron al muelle del Surgidero de Batabanó procedentes de Gerona, en las primeras horas del 16 de mayo. Desde allí, continuaron el viaje a la capital por ferrocarril. Era un indiscutible impacto para todo el que tuviese sensibilidad el contemplar la multitud que recibía al líder del Moncada. Se comentó mucho que, durante el recorrido Fidel y sus compañeros fueron agasajados como héroes por el pueblo, en las diferentes localidades por donde habían pasado.

El 16 de mayo de ese año, inmerso en la multitud que colmaba la Terminal de Ferrocarriles de La Habana, esperé a Fidel y a los combatientes del Moncada. En medio de vibrantes exclamaciones y aplausos fue trasladado en nuestros hombros. 

En el líder del 26 de Julio encontramos lo que desde el mismo 10 de marzo e, incluso antes, buscábamos: un jefe político revolucionario, hondamente popular, democrático, sin compromiso con el sistema prevaleciente y, al mismo tiempo, capaz de organizar la acción de las masas.

Una oleada de pueblo rebelde se agrupó alrededor de Fidel. Aquel remolino de fuerza incontenible fue convirtiéndose con el desarrollo de la lucha, en el transcurso de meses y años, en un verdadero huracán revolucionario. 

Fidel llevó a cabo la tarea de proselitismo político, empeñado en una labor de incorporar fuerzas y de estrechar filas, con el objetivo de unir a todos los hombres honestos del país, alrededor de las posiciones de lucha insurreccional contra Batista. 

Para ese momento ya se había convertido en el centro de atracción y de mayor importancia política para las capas más dinámicas de la población, se había transformado en el líder principal contra el régimen. Era, asimismo, el dirigente natural de las nuevas generaciones de jóvenes revolucionarios, así como de amplísimos sectores populares. Este hecho estuvo marcado por el valor político que dentro de los sectores juveniles tenía la línea insurreccional, por el significado que en ellos alcanzaban el sentido heroico y la decisión de combate y, especialmente, porque el grupo del Moncada no estaba comprometido con los partidos tradicionales, sino que representaba su negación. 

(Continuará)