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Foto de Correo desde la Isla de la Dignidad. Hart en la Historia. VIII El preso político en las cárceles de la tiranía. La causa 16 de 1958

Correo desde la Isla de la Dignidad. Hart en la Historia. VIII El preso político en las cárceles de la tiranía. La causa 16 de 1958

15/7/2020
Por: Eloisa M. Carreras Varona , Biblioteca Nacional José Martí

Correo desde la Isla de la Dignidad. Hart en la Historia. VIII El preso político en las cárceles de la tiranía. La causa 16 de 1958

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Aunque todos pensaban que después de la fuga lo más prudente para Hart era que se alzara en la Sierra, porque para él desde luego que, el peligro en el Llano era mayor, no ocurrió así. Recordemos que poco tiempo antes de la muerte de Frank País, ya se había convenido su traslado para Santiago de Cuba, con el propósito de que continuara laborando desde aquella región. Y evadiendo todos los riesgos que corría, continuó en la lucha desde allí.

De esta forma Hart pasó la Navidad de 1957 con los guerrilleros rebeldes en la Sierra Maestra; pero tenía que retornar al Llano a fin de permanecer en el puesto de lucha donde el consideraba que resultaba más útil a los planes de Fidel y del Movimiento. Y cuando en los primeros días de enero, bajaba de las legendarias montañas, fue arrestado como sospechoso por unos soldados de la tiranía cerca de Palma Soriano, en compañía de Tony Buch y Javier Pazos. Los tres detenidos fueron ubicados en el cuartel más cercano y de ahí los trasladaron a un calabozo de un viejo fuerte, en las afueras de Santiago de Cuba. Entre tanto, los compañeros del movimiento que trabajaban en la central telefónica de la región oriental, interceptaron una llamada de Batista para el coronel Alberto Río Chaviano —el asesino de los moncadistas—. Con precisión Batista le indicó que respetara la vida del hijo de Pazos, “pero que había que matar al Hart ese, como a un perro; que simularan un combate en los alrededores de la Sierra”.  Armando siempre recordó emocionado que, la solidaridad de los combatientes del llano con Daniel al frente y la movilización de la opinión pública, le salvaron la vida. 

Finalmente, Hart fue condenado a principios de febrero de 1958 en la Audiencia de Oriente. El juicio que organizó la tiranía en su contra fue una auténtica farsa, ya que, pese a tener en su poder pruebas de su participación en la lucha insurreccional, fundamentaron la acusación en puras invenciones y, por tanto, sin sustentación alguna. El escribió su propio alegato de defensa ante el Tribunal de Urgencia de Santiago de Cuba, en el que los acusó y les dijo: “No vengo a demandar justicia, porque ella la estoy procurando por la vía constitucional y viable de la rebelión”. 

Durante todo el año 1958, la tiranía lo estuvo trasladando de una cárcel a otra a lo largo del país: primero lo ubicaron en el cuartel de Palma Soriano y en el calabozo en las afueras de Santiago de Cuba; luego lo condujeron al cuartel Moncada, donde fue interrogado por el ya citado coronel Chaviano. Más tarde lo pasaron a la prisión provincial de Oriente, conocida también como cárcel de Boniato; allí estuvo hasta principios de julio, cuando lo recluyeron en el Castillo del Príncipe, en La Habana. Por una confusión, fue a parar al Vivac; pero de inmediato los militares lo colocaron en la zona del Príncipe, que era el lugar de los sancionados y por último en el Presidio Modelo. 

En la prisión leyó libros sobre historia de Cuba, narraciones de la Revolución Francesa y siempre a Martí. En la etapa de la cárcel de Boniato, en unión de otros presos políticos, organizó a los reclusos en apoyo y solidaridad con los presos políticos del Castillo del Príncipe de La Habana, los cuales protagonizaron una huelga de hambre para protestar por las medidas arbitrarias dictadas por los carceleros. En esa misma prisión, vivió otro acontecimiento significativo de la lucha: la Huelga de Abril de 1958. 

Sobre este trascendental suceso afirmó que esa era la fecha más significativa de la lucha revolucionaria del Movimiento 26 de Julio en el Llano, porque en su opinión la Huelga permite caracterizar con objetividad, el papel y la influencia ejercida por el clandestinaje en la guerra de liberación y esclarecer históricamente lo que se quiso decir cuando se habló de la Sierra y el Llano. Para Armando la Huelga no fue la intención trasnochada de un grupo de arriesgados combatientes, sino que fue el intento de todo un pueblo por derrocar la tiranía y establecer el poder revolucionario. 

El 21 de abril cuando se encontraba aún en la cárcel de Boniato, sufrió otro duro golpe: la trágica muerte de su hermano Enrique. En aquellos tristes días le escribió una conmovedora carta a su familia de amplio contenido filosófico. Esta resulta de particular importancia para entender cuánto había evolucionado su pensamiento para esa fecha, en el propio desenvolvimiento de estos breves, pero intensos años de lucha, al punto de que se puede afirmar que, para ese momento, ya su cosmovisión no solo es auténticamente martiana sino también marxista, lo que refleja su postura en lo esencial, electivista, heredera de lo más puro de la tradición filosófica plasmada en el pensamiento de los padres fundadores de la nación cubana. 

Cuando atravesaba por aquellos duros momentos en la prisión, un jenízaro de la tiranía que se las daba de abogado  fue a verlo a la galera en la que se encontraba. Cuando lo trasladaban a una oficina para esta “entrevista”, un gran número de presos políticos se amontonaron frente a las rejas pensando que lo iban a matar; todos buscaban la manera de salvarlo. 

Hart entabló un debate con el representante de la tiranía, quien lo llamó “idealista, romántico” y le dijo que “los revolucionarios como él no tenían futuro”. Sostuvieron una larga discusión hasta que, finalmente, el custodio lo condujo de nuevo ante sus atemorizados compañeros. Él recuerda con emoción que mientras avanzaba hacia la reja, pensaba en su hermano muerto… en el fracaso de la huelga de abril… en los combatientes caídos… y, sacando fuerzas de la adversidad, se volvió hacia el esbirro y le dijo: “Soy más feliz que usted”. Así concluyó aquel nuevo intento por quebrantarlo y disuadirlo.  

El 3 de mayo, en altos de Mompié, se efectuó una reunión estratégica para la lucha revolucionaria. Los miembros del movimiento lo pusieron al tanto de los detalles del encuentro; pero la gran novedad fue la audacia que tuvo Haydée de ir a visitarlo a la propia cárcel de Boniato cuando concluyó la reunión. Allí se presentó con el pretexto de que era su hermana Martha y los guardias la dejaron pasar sin ningún problema. Armando evocaba aquel momento así: “Me quedé paralizado cuando la vi llegar: había estado presa en ese mismo lugar, se encontraba clandestina, bajaba de la Sierra para marchar a una misión en el extranjero y fue al presidio a contarme todo aquello y a despedirse de mí. Solo el inmenso valor que tenía hizo posible que realizara tal acción”. 

El traslado de Hart para la prisión del Príncipe, en la capital del país, tuvo lugar en los primeros días de julio de 1958 y se efectuó en un avión del ejército de la tiranía, bajo fuerte custodia militar. 

Al llegar lo llevaron a una galera mucho más incómoda, donde los presos estaban hacinados, lo que propiciaba el aumento de las tensiones entre los miembros de los grupos de acción. En ese reclusorio, se habían dictado medidas más restrictivas, y se cometían los mayores atropellos contra los prisioneros políticos. Pero el régimen penitenciario llegó al extremo de su envilecimiento cuando organizó contra los reclusos las despreciables acciones del 1ro de agosto de 1958. 

Tales sucesos pasaron a ser conocidos como la Masacre del Príncipe y constituyen un ejemplo de la violencia con que el régimen agredía sistemáticamente a los prisioneros políticos. 

Armando y sus compañeros ofrecieron una valiente resistencia en aquel dispar enfrentamiento que tuvo lugar. Los presos acorralados tras las rejas, pelearon y se defendieron con fragmentos de las camas, botellas y con todo lo que tenían a su alcance. Los heridos del desigual combate no recibieron asistencia médica. Hart logró enviar fuera de la cárcel un comunicado donde denunciaba lo que verdaderamente había ocurrido. 

El 4 de agosto, en una carta que le escribió a Haydée a propósito de estos hechos, le aseguró: “Lo que nos salvó la vida a mí y a otros compañeros fue que Carratalá resultó herido al rebotar las balas que los mismos esbirros tiraban; pero en el vivac los presos tuvieron peor suerte, pues el acceso fue fácil para los guardias y no dio tiempo a que pasaran las horas para que se calmaran y no cometieran los crímenes”. 

Semanas después de estos terribles hechos, para aislarlo de la capital o por otras razones que él mismo decía desconocer, lo trasladaron al Reclusorio Nacional para Hombres de Isla de Pinos, llamado también Presidio Modelo de Isla de Pinos y lo ubicaron en una de las inmensas galeras, donde había cientos de presos de todas las tendencias revolucionarias, incluido el grupo de militares que había sido condenado por la conspiración de abril de 1956. También estaban allí los expedicionarios del yate Granma y otros miembros del movimiento que fueron capturados luego del desembarco.

 Estos meses de prisión los compartió con varios compañeros y amigos personales, como Quintín Pino Machado, Mario Hidalgo, Jesús Montané Oropesa, Casto Amador, Joaquín Mas, entre otros. Igualmente, estableció contacto con el grupo de militares de la citada Conspiración de los Puros, entre los que se encontraban Ramón Barquín López, Enrique Borbonet y José Ramón Fernández Álvarez. Los miembros del Movimiento 26 de Julio recluidos en el presidio, al frente de los cuales se hallaba Armando, se habían propuesto consolidar la organización y se dedicaban a la superación a través de lecturas. Participaban asimismo, en círculos de estudio, ciclos de conferencias e, incluso, en el espacio inmenso de la galera circular celebraban actos revolucionarios en todas las fechas significativas de la patria. 

El combatiente Casto Amador poseía clandestinamente un radio, por eso los presos revolucionarios de Isla de Pinos podían estar informados al escuchar las noticias del Ejército Rebelde. Y la noche del 24 de diciembre de 1958, se enteraron por esa vía, de los triunfos de las tropas al mando de Almeida, Camilo y Che. 

En las primeras horas de la madrugada del histórico 1ro de enero de 1959, tuvieron la certeza de que la victoria ya era un hecho real. Armando recuerda que fue tremenda e indescriptible la emoción que sintieron al saber que Batista había huido del país ante el avance de las fuerzas revolucionarias. Comenzaba para el pueblo cubano el Año de la liberación. 

A partir de ese instante los presos políticos se prepararon para salir del presidio. Aunque sus carceleros trataban de impedirlo, a la fuerza abandonaron el cuartel de Isla de Pinos, se apoderaron de las posiciones principales de aquel territorio y detuvieron a los más execrables esbirros. 

Hart refiere que ese mismo día llegó desde el Campamento de Columbia, un avión con un grupo de oficiales para buscar al coronel Barquín por órdenes del general Eulogio Cantillo, quien intentaba arrebatarle el triunfo a la Revolución. Por supuesto, trataban de utilizar esta última carta contra el movimiento popular, pues pretendían que los integrantes del Movimiento 26 de Julio se quedaran presos y dejar a un militar del régimen derrotado al frente de la guarnición. 

Los compañeros Borbonet y Fernández, entre otros, así como la dirección del movimiento les plantearon a los recién llegados que tal cuestión era inaceptable. Armando fue personalmente a discutir el asunto con Barquín y le exigió la liberación de todos los prisioneros políticos y propuso a Fernández el mando militar de la Isla, en nombre del Movimiento 26 de Julio y de la Revolución. 

Fernández ya había establecido el compromiso de que, al asumir el mando, se liberaría a todos los presos y se respetarían solamente las órdenes del 26 de Julio. Las pretensiones de mantener recluidos a los compañeros del movimiento fueron frustradas por la unidad con que actuaron Borbonet, Fernández, los militares que ellos capitaneaban y la masa de militantes del 26 de Julio que allí se encontraba. 

Hart de igual modo, rechazó la propuesta de Barquín, de marchar con él hacia el Campamento de Columbia, en La Habana, porque estaba seguro de que lo más importante para los propósitos de Fidel, de fortalecer el movimiento popular, era que él y los demás compañeros revolucionarios permanecieran en Isla de Pinos y asumieran la tarea de armar a los presos y controlar la zona, dada la importancia estratégica que tenía esa región como reserva para el Ejército Rebelde. 

Mientras en Santiago de Cuba, en la noche del 1ro de enero de 1959, se proclamó el triunfo rebelde desde el balcón del Ayuntamiento de esa ciudad y Fidel aseguró al pueblo que la Revolución saldría adelante. 

Luego de cumplir con sus planes revolucionarios en el territorio de Isla de Pinos, Hart salió en la madrugada del 2 de enero, en un avión al mando de Casto Amador (quien había organizado la tropa de presos liberados), con destino al aeropuerto del Campamento de Columbia. 

Desde que llegó a este lugar, Hart mantuvo comunicación constante con los líderes de la Revolución que se encontraban en la ciudad de Santiago de Cuba, para conocer las instrucciones de Fidel a fin de orientar las acciones en aquellas circunstancias. La principal orden que recibió fue que diera a conocer que Columbia sería dirigida por el Comandante Camilo Cienfuegos. De inmediato lo notificó a Barquín y al resto de los militares que allí se encontraban. Barquín, visiblemente molesto, le dijo: “Si usted quiere le entrego el campamento” y la rápida respuesta de Hart fue “No hace falta, ya Camilo está llegando a La Habana”. Finalmente, el 3 de enero voló en un avión militar a Santiago de Cuba para establecer contacto con Fidel; pero este ya iba en camino hacia la provincia de Camagüey al frente de la Caravana de la Libertad. 

En el hogar de la familia Ruiz-Bravo, cuya casa le brindó refugio en la clandestinidad, se encontró con Raúl Castro, quien estaba al frente del cuartel Moncada y de la heroica ciudad de Santiago de Cuba. Antes de partir para la provincia de Camagüey, ese mismo día, Hart habló en el acto celebrado en la Biblioteca de la Universidad de Oriente a nombre del jefe de la Revolución y del Movimiento 26 de Julio.

El esperado reencuentro con Fidel se produjo en el aeropuerto de Camagüey; recordaba que nunca logró describir con palabras las intensas emociones que sintió entonces. De inmediato Fidel y Celia le dijeron que lo propondrían como ministro de Educación del naciente Gobierno Revolucionario y así sucedió. 

Los periodistas y corresponsales de varios medios de prensa, que cubrían el avance de la Caravana, conocieron esta noticia e inmediatamente le solicitaron unas declaraciones al respecto. Sobre ese particular Hart afirmó: “No les puedo mentir, no tengo delineado aún el programa que debemos desarrollar en Educación, pues nunca pensé que pudieran asignarme la alta regencia de ese ministerio cuando hasta hace solo unos días era un preso político del antiguo régimen tiránico; […] pero les puedo garantizar que sin dudas vamos a organizar la administración, porque sabemos lo que debemos y podemos hacer con toda urgencia al conocer el Programa General de la Revolución […] mi primera resolución será lograr que funcionen debidamente las escuelas públicas que son el crisol donde con más firmeza y perdurabilidad pueden forjarse las generaciones de revolucionarios, pero para alcanzarlo debemos llevar a cabo la tecnificación del ministerio tal como lo señala la Constitución.

 El 5 de enero arribó a tierra agramontina Manuel Urrutia Lleó, el presidente provisional, así como varios miembros del primer Gabinete Ministerial, como Faustino Pérez, Luis Buch y otros compañeros, con el propósito de entrevistarse con Fidel y luego partir hacia La Habana. 

Hart regresó con ellos a la capital del país, en el avión presidencial Guáimaro, al atardecer de ese mismo día. En La Habana, la caravana realizó una primera y breve parada en el Campamento Militar de Columbia. Pasadas las siete de la noche arribaron al Palacio Presidencial, destino final de su largo recorrido. Ingresaron al edificio por la entrada lateral derecha que da a la calle Refugio, donde fueron recibidos por las personas que se habían concentrado allí y por los representantes de las tropas del Directorio Revolucionario 13 de Marzo, quienes expresaron que las puertas de aquel recinto estaban abiertas para el nuevo presidente provisional y su equipo de dirección. La tensión con la que habían esperado ese momento cedió paso a la razón. La prensa describió detalladamente los acontecimientos y recalcó que habían sido de “una gran conmoción y expectativa para todos los presentes”. El palacio ejecutivo resplandecía para la ansiada ocasión e inmediatamente quedó abierto al pueblo. 

Armando y Faustino se sintieron sacudidos por la realidad. Ambos recordaron que juntos habían militado en el MNR de Bárcena, su maestro; juntos habían ingresado al Movimiento 26 de Julio; juntos trabajaron en la clandestinidad. Ahora juntos estaban en la mansión —antigua guarida de ladrones, bribones y corruptos de la República neocolonial— contra los que tanto habían perseverado en el combate. Para ellos quedaba claro que, finalmente, había llegado la hora de concretar las enormes posibilidades que se abrían en el país con el triunfo revolucionario. Poco tiempo después, los integrantes del directorio y los ministros conversaron brevemente con Manuel Urrutia en un despacho del segundo piso de Palacio. Luego se trasladaron al Salón de los Espejos, donde los miembros del Gabinete expusieron a la prensa que los asediaba, algunas de las más urgentes necesidades, entre otras: la zafra, la actividad bancaria y la normalización de la economía. 

El 6 de enero se efectuó la ceremonia de toma de posesión de la primera magistratura de la nación en La Habana, en una tribuna construida para la ocasión, muy próxima a la estatua del Alma Máter, en lo alto de la escalinata universitaria capitalina. Armando fue uno de los principales oradores del simbólico y multitudinario acto que tuvo una amplia repercusión nacional. También se hallaban los miembros del Gabinete, así como dirigentes de las distintas organizaciones revolucionarias que existían en el país. 

En su esclarecedora intervención Hart explicó que hablaría a nombre del Movimiento 26 de Julio, más que por la responsabilidad con que el gobierno lo había honrado. Visiblemente conmovido expresó: “Al buscar los símbolos más valiosos en la naturaleza íntima de la revolución victoriosa, los encuentro en Frank País, del 26 de Julio, y en José Antonio Echeverría, del Directorio Revolucionario 13 de Marzo y de la FEU. El triunfo revolucionario estremeció a la América toda. Los jóvenes cubanos al derrotar a la tiranía con la integración de una nueva generación que representa a su pueblo, tienen contraído el gran compromiso de no permitir ni tolerar que se frustre el movimiento revolucionario, por ello todos estamos en la obligación de no torcer y hacer naufragar el rumbo señalado. En cada uno de nosotros debe haber la decisión de trabajar por y para la Revolución.” Por último, en alusión a las cuestiones planteadas por el orador que le antecedió en el uso de la palabra, afirmó: “Claro que es necesaria la integración revolucionaria, pero estamos seguros de que cuando nuestro glorioso jefe, el Comandante Fidel Castro llegue a La Habana, luego de culminar su apoteósico recorrido de oriente a occidente, el pueblo de Cuba podrá comprender su extraordinaria capacidad política y sus grandes deseos de servir a la patria; por lo que él garantizará de inmediato la citada integración, y nosotros damos ya eso por resuelto.” 

En la edición extraordinaria de la Gaceta Oficial de la República de Cuba, publicada el 6 enero de 1959, se dio a conocer la designación de Armando Hart como ministro de Educación por el Decreto No. 8. Al día siguiente, los demás medios de prensa difundían la noticia: “El joven luchador fidelista Armando Hart, de probada actuación revolucionaria y estrechamente vinculado a los centros estudiantiles cubanos, fue designado como ministro de Educación del primer Gabinete”. 

En la prensa también se comentaba profusamente, la buena impresión que el Dr. Hart había causado en los centros de enseñanza, mucho más porque lo que había caracterizado su nombramiento no era el aspecto técnico, sino el revolucionario, basado en la fuerza moral de su historia en la lucha, “porque para acabar con los intereses creados, no hace falta un técnico sino un revolucionario”. 

Sobre aquellos históricos acontecimientos la revista Bohemia publicó un reportaje en el que destacaba lo siguiente: Armando Hart, como si estuviera ante los Tribunales de Urgencia, pronunció una encendida arenga. Dijo que su designación como ministro lo había sorprendido y aún no había tenido tiempo de efectuar planes, pero lo que sí podría anunciar era que iba decididamente a la tecnificación de la educación […] Ha concluido una etapa decisiva de la historia de Cuba, en la que para liquidar cuatro siglos y medio de coloniaje, solo bastaron 25 meses de lucha, en los que se sintetizaron cerca de 100 años de lucha revolucionaria por la independencia y la libertad, basado en la herencia fecunda de nuestros padres y maestros fundadores de la Escuela cubana.

 El 8 de enero de 1959, se produjo la entrada triunfal a la capital del país del Comandante en Jefe Fidel Castro al frente de los heroicos guerrilleros del Ejército Rebelde. Había regresado, tal como lo había prometido: “con la tiranía descabezada a sus pies”. La Caravana de la Victoria culminó el largo trayecto en el Campamento Militar de Columbia. El acto que Fidel protagonizó fue trascendental para los cubanos; la paloma blanca que se posó en su hombro venía a simbolizar el futuro promisorio que se abría para nuestra patria con el triunfo de la Revolución. 

Al repasar esos intensos años de lucha vividos, Armando expuso en sus memorias: “En los umbrales de la década de los años sesenta, en un país hasta entonces sometido al neocolonialismo norteamericano, en un mundo dividido en esferas de influencia entre las potencias que habían emergido victoriosas de la Segunda Guerra Mundial; con la singularidad de que se enmarcó en el conflicto ideológico, cultural y político entre el ideal socialista y el sistema capitalista mundial y en medio de la acentuada campaña anticomunista de los primeros quince años de la guerra fría, triunfa la Revolución Cubana. En contraste con ese panorama internacional sonó por todo nuestro país una expresión popular que decía: “Si Fidel es comunista, que me pongan en la lista”; en esa frase se sintetizó la evolución que de forma natural y muy particular estaba aconteciendo en la conciencia patriótica de la inmensa mayoría del pueblo cubano y esto marcó para siempre la originalidad de nuestro proceso, el cual tiene sus raíces en la tradición revolucionaria cubana de los siglos XIX y XX. La Revolución de los campesinos, obreros y estudiantes, bajo la dirección del universitario Fidel Castro, había triunfado. Concluía una etapa decisiva de la historia de Cuba. Veinticinco meses liquidaron para siempre cuatro siglos y medio de coloniaje. En ellos se sintetizaron cerca de cien años de lucha revolucionaria cubana por la independencia y la libertad. La Revolución Cubana fue la primera y hasta hoy la única de inspiración socialista que triunfó en occidente. La proeza es mayor si se toma en cuenta que los cuarenta y tantos años transcurridos desde entonces están marcados por el declive del socialismo en Europa y la URSS. Me hice fidelista porque Fidel ha sido capaz de defender y materializar con dignidad y talento los paradigmas éticos y democráticos revelados en esa tradición patriótica. La Revolución Cubana significó un aldabonazo en la conciencia universal.” 

Desde entonces, la educación y la cultura estuvieron colocadas en el centro del quehacer político-social y de los retos que tenía esta nación situada “en el crucero del mundo”; nación que había asumido los más altos valores de la cultura occidental desde una opción irrenunciable por la justicia para los pobres.




Foto de Documento que escribió para su autodefensa en el Tribunal de Santiago. Documento que escribió para su autodefensa en el Tribunal de Santiago.
Foto de En las cárceles del dictador En las cárceles del dictador
Foto de Primera página del expediente policial de Armando Hart Dávalos. Primera página del expediente policial de Armando Hart Dávalos.
Foto de Primera página del expediente policial de Armando Hart Dávalos. Primera página del expediente policial de Armando Hart Dávalos.