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Foto de Libros prohibidos en la Cuba del Siglo de las Luces.

Libros prohibidos en la Cuba del Siglo de las Luces.

9/7/2020
Por: Olga Vega García, Biblioteca Nacional José Martí

Con motivo de conmemorarse el 14 de julio un nuevo aniversario de la Toma de la Bastilla, se decidió seleccionar tres piezas interesantes conservadas en el fondo de impresos antiguos de la BNCJM, comenzando por un curioso listado de cuatro páginas de libros prohibidos del propio año de 1789, que ostenta el curioso encabezamiento, escrito con la ortografía de la época: “Nos los inquisidores apostólicos contra la herética brevedad, y apostasía &c. A todas, y cualesquier personas de cualquier estado, grado,  condición, preeminencia, o dignidad que sean, exentos, o no exentos, vecinos y moradores, estantes y habitantes en las Ciudades, Villas y Lugares de este nuestro distrito, y á cada uno de vos, salud en nuestro Señor Jesucristo, que es verdadera salud, y á los nuestros mandamientos firmemente obedecer y cumplir”.

El texto introductoria no tiene precio para evaluar el sentido de este tipo de censura de tipo eclesiástico, que explícitamente apoya el poder de la metrópoli: “Sabed, que teniendo noticia de haberse esparcido, y divulgado en estos Reynos varios Libros, Tratados y Papeles, que sin contentarse con la sencilla narración de unos hechos por su naturaleza sediciosos, y del peor ejemplo, parecían formar como un código teórico-práctico de independencia á las legítimas Potestades, tuvimos por conveniente, y aun necesario, reconocerlos, y examinarlos con la madurez, que exigía de nuestro ministerio un asunto, en que tanto interesaba nuestra Religión… 

Y habiéndolos visto, y examinado, hemos hallado, que todos los dichos Libros, Tratados y Papeles, además de estar escritos con un estilo de puro naturalismo, anti-cristiano, y maliciosamente obscuro y capcioso, manifiestan ser producciones de una nueva raza de Filósofos, hombres de espíritu corrompido … los quales baxo el especioso título de defensores de la libertad maquinan realmente contra ella, destruyendo de esta suerte el orden político, y social, y de aquí la jerarquía de la Religión Cristiana, exhortando con este lenguaje de seducción a sacudir el yugo de subordinación y sujeción á las legítimas Potestades… pretendiendo por aquí fundar, si les fuera posible, sobre las ruinas de la Religión y Monarquías aquella soñada libertad, que malamente suponen concedida a todos los hombres por la naturaleza, la que dicen temerariamente, hizo a todos sus individuos iguales, é independientes unos de otros”.

Y a continuación viene la mejor parte: “A fin pues, de que esta epidemia no se difunda, y precaver con oportuno remedio el daño, que pueden ocasionar a los Fieles unas doctrinas tan opuestas al espíritu de nuestra santa Religión católica, prohibimos absolutamente los Libros, Tratados y Papeles impresos, y manuscritos que hasta ahora han llegado a nuestras manos, y son los que se siguen…”  

Se enumeran a partir de ahí un total de 39 documentos, entre impresos, manuscritos y publicaciones periódicas. No debe olvidarse que estas últimas jugaban un importante papel en esos convulsos momentos, dado que permitían la circulación de las novedades que por una u otra causa no podían aparecer en otro tipo de documentos. 

Aunque la relación fue hecha de forma muy elemental, se precisan detalles tales como la ausencia de pie de imprenta, indicador infalible de la presencia de talleres tipográficos clandestinos. Otro aspecto a destacar es que en su mayoría las obras se relacionan con los hechos históricos concretos acaecidos en esos días, relacionados con la figura del rey Luis XVI (1754-1793), rey de Francia, o los Estados Generales. El número 38, por ejemplo, ostenta el sugerente título de Abolition livre des privileges de tous les ordres. 

Entre las publicaciones seriadas que aparecen  en la lista están: Courier Patriotique, Le Courier de Vessailles a Paris et de Paris a Versailles, Journal Ecclesiastique, Etats Generaux y Révolutions de Paris dèdies à la Nation. Uno de los manuscritos citados podría haber sido muy interesante, de haber sido publicado: el Catecismo francés para la gente del campo.

Finalmente concluye con un argumento muy convincente para los transgresores  de lo reglamentado:  “Y por cuanto Nos consta que van introduciéndose en estos Reynos otros Libros, Tratados, y Papeles (impresos, ó manuscritos), fuera de los de arriba especificados, y enteramente prohibidos, que fundados en la referida falsa Filosofía, y escritos con el mismo espíritu de seducción, necesariamente extienden la impía, y perversa doctrina prohibida en este nuestro Edicto; asimismo os exhortamos, y requerimos, y si es necesario, os mandamos, que entreguéis, exhibáis, ó presentéis todos los Libros, Folletos ó Papeles, que, como los arriba expresados, contengan las referidas máximas, y la misma perversa doctrina á Nos., ó á los Comisarios del Santo Oficio, y manifestemos del mismo modo las personas, que los tuvieren, y ocultaren, pues lo contrario haciendo, se procederá contra los contraventores con las penas arriba impuestas, y otras á que hubiese lugar en derecho, en las quales se declararán incursos a proporción de la contravención. 

En testimonio de lo qual mandamos dar, y dimos, esta nuestra Carta, firmada de nuestros nombres, y sellada con el Sello del Santo Oficio, y refrendada de unos de los Secretarios del Secreto de él. Dado en la Inquisición de  [espacio en blanco] á [espacio en blanco] de [espacio en blanco] de mil setecientos ochenta y nueve”. Queda claro con esto que no solamente se decomisaban los documentos bibliográficos, sino que también era preciso delatar a los que los guardaban en sus bibliotecas; en un momento en que una denuncia ante la Inquisición no era cuestión de juego.

Esas cuatro páginas de texto se encontraron en un volumen en un ejemplar sin procedencia conocida, de lo que se denomina “colección facticia”, mezclado con otros volantes y folletos que nada tenían que ver con el tema. 

Ante toda esa serie de censuras civiles y eclesiásticas, cabe preguntarse de qué forma llegaban los libros a la pequeña isla del Caribe y de hecho a todo el continente americano.  Tal y como puede apreciarse en el ejemplo que ofrecemos a continuación, una de las vías se presume que fuera el empleo de lo que pudiera llamarse libro caja o libro perforado, de los cuales existen en la Colección de Fondos Raros y Valiosos más de un ejemplar. 

 De acuerdo con su portada resulta totalmente inofensivo para cualquier persona encargada de la revisión de equipajes, cajas o estantes de una biblioteca: se trata de un quinto tomo de una edición realizada con la aprobación y privilegio del católico monarca francés: Nouveau dictionnaire historique, ou Histoire Abregée de tous les hommes…, impreso en Cahen, Chez G. Le Roy, Impresor del Rey…, en París, Chez Le Jay, librero y en Rouen, chez P. Machuel, igualmente librero en 1779. 

 Por supuesto que ese libro en particular no estaba recogido ni en la Lista de libros prohibidos ni en un bando complementario. Si se revisaba el lomo, se veía de manera resumida similar información, y si se removían las primeras páginas hasta la 116, podría leerse como un impreso normal. A partir de ahí ya estaba perforado y se contaba con el nido perfecto para contener un ejemplar de menores dimensiones y, por supuesto, muchísimo más “peligroso”.

 A modo de ejemplo se elige por su pequeñez para colocar en el interior de dicha “caja” un volumen en muy pequeño formato (solamente 10 centímetros de alto por 6, 5 de ancho) de una edición de La Constitución Française décrétée par L´Assemblée Nationale Constituante, aux années 1789, 1790 et 1791; acceptée par le Roi le 14 septembre 1791, que hubiera hecho las delicias de un aficionado al tema de aquel entonces, y resultaba motivo de espanto para cualquiera de los censores antes mencionados. Evidentemente se correspondía totalmente con la “epidemia” que se anunciaba en la antes citada introducción como consecuencia de la Revolución. 

Desde el punto el vista bibliológico es una joyita impresa en París en la imprenta de Didot le Jeune, en el propio año 1791. Material fresco acabado de salir de la prensa, realizado en un magnífico tamaño para ser escondido en cualquier parte y llevado a otro país del mundo, no importa cuán lejano fuera. Hasta su lectura podía llevarse a cabo con toda discreción, ya que era posible ocultarlo en la ropa  entre las manos ante la brusca presencia de intrusos.

En algunas páginas de su magistral novela El Siglo de las Luces, el gran escritor cubano Alejo Carpentier (1904-1980) describe el anhelo con que Carlos, Sofía y Esteban, los jóvenes protagonistas, recibían las producciones de allende el mar:

“En tanto… los libros destinados a constituir una biblioteca de ideas nuevas y nueva poesía iban saliendo, docena aquí, docena allá, apilándose según se pudiera, sobre butacas y veladores que aún olían a barniz fresco”. (1)  Más adelante continúa con el tema: “De París le llegaban libros muy codiciados unos meses antes, impacientemente pedidos por catálogo, pero que ahora quedaban medio empaquetados en un entrepaño de la biblioteca …”. (2)

Así pues, otra vez se enlazan en Tesoros obras del pasado y el presente para motivar a jóvenes estudiantes, investigadores, bibliotecarios o libreros, a profundizar cada día más en el tema de los “raros y valiosos”, que resultan siempre fuente inagotable de información sobre lo acaecido en pasadas centurias.  

BIBLIOGRAFÍA CITADA.

 (1) Carpentier, Alejo.  El Siglo de las Luces. La Habana: Instituto del Libro, l968.  p. 27.

(2) Op. Cit. p. 56.

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA.

Vega García, Olga. Entrada de libros prohibidos en la Cuba del Siglo de las Luces [en línea] Librínsula No. 291 16 ju. 2011 http://librinsula.bnjm.cu/291_tesoros_1.html  (Consulta 16 jul 2011) (ISSN 1810-4479).





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